logo logo logo

Publicaciones

“DESDE EL INDIGENISMO DE VALCÁRCEL Y SABOGAL, AL BICENTENARIO”

Escritor: Luis Gilbert Palma Escalante (Cusco – Perú)

Luis Gilbert

Egresado de la Escuela de Bellas Artes de Cusco en la especialidad de dibujo y pintura. Desde el año 2005 trabaja como docente en la Universidad Nacional Diego Quispe Tito, desde el año 2005.

Participó en exposiciones colectivas y otras individuales, abordando el problema del ser humano, tal es el caso de los proyectos: “Androide Snob”, “Efecto Boomerang”, “Con-ciencia y sin Guión”, “El Eterno Retorno”. Escribió artículos para la revista de la Universidad Nacional Diego Quispe Tito como; “El arte y Nietzsche”, “El arte y la metafísica”, “Las profundidades del yo plasmadas por Freud”. Actualmente investiga sobre la iconografía andina, cuyo conocimiento plasma en obras pictóricas que pronto saldrán a la luz.

Contacto:

palmagilbert2000@gmail.com

cromox-2000@hotmail.com

Facebook Luis Palma

+51 957477054

“DESDE EL INDIGENISMO DE VALCÁRCEL Y SABOGAL, AL BICENTENARIO”

A cien años de la independencia del Perú en 1921, el presidente Leguía, luego de un golpe de estado y acabando con el gobierno de José Pardo, consideró que la ocasión era propicia para que el Perú fuese el centro de la atención mundial. La diversión y el lujo fueron una constante en la vida pública de las sociedades de entonces, ya que las inversiones extranjeras habían dejado buenos dividendos.

Eran los “dorados años veinte”. En ese acontecer desfilaron por las calles los grupos de marinas extranjeras, destacando los franceses del crucero Jules Michelet y los argentinos de los cruceros San Martín y Guardia Nacional (el siglo XX del Comercio-pg 39).

Algunas calles y diversos edificios fueron iluminados. Asimismo, el Palacio de Gobierno mostro una singular ornamentación, además de un centenar de manifestaciones artísticas y culturales que terminaron los primeros días de agosto con un gran desfile militar. Entre los regalos por el Centenario, una de singular temática fue la estatua de Manco Cápac y fue la colonia japonesa la autora.

Una estatua de bronce con pedestal de granito. La obra fue encargada al escultor peruano David Lozano. (el siglo XX del Comercio-pg 39).

Paradójicamente al festejo y el jolgorio, el presidente Leguía gozaba de una discrepante popularidad. Llevaba ya, varios escándalos en su haber; el contrato de la Brea y Pariñas, luego de abrir las puertas al capital extranjero, sobre todo norteamericano, en 1920 ejecutó varias obras, pero también una medida polémica de la Ley de Conscripción Vial, afectando sobre todo a los indígenas, cuyo propósito era proveer de fuerza de trabajo para la construcción y reparación de caminos ferroviarios y carreteras. Se ahondaba más el problema del abuso y los indios denunciaron estas atrocidades llamándola; “mita republicana”, su gobierno fue acusado también de autoritarismo y corrupción. El servicio era obligatorio para todos los varones entre los 18 y 60 años, convirtiéndose en una tarea de todo domingo, los trabajos incluían envíos fuera de sector, a 50 km. lejos, sin que se les abonara por el viaje. (oncenio de Leguía- revista La República, pg-11).

Con Leguía se centraliza el poder político y económico en Lima, desarrolló e innovó la capital, pero las demás ciudades quedaron rezagadas y al olvido. El caso de Cusco fue particular y mítico, ya que allí se forjó uno de los movimientos más grandes: el indoamericano.

De ello nos cuenta Luis E. Valcárcel…” Según el censo que levantáramos en 1912, la población de la ciudad no ascendía sino a 19,825 habitantes, de los cuales más de 10,000 hablaban sólo quechua, Cusco tenía la apariencia de un pueblito lejano, sin ninguna atención del Estado. Gracias a la iniciativa de un grupo de cusqueños que formaron una empresa, se instaló el alumbrado eléctrico y ya entonces la ciudad presentó un aspecto diferente. A medida que el Cusco fue cambiando y modernizándose, sobre todo luego de la Reforma Universitaria, las ideologías de protesta y cambio fueron tomando fuerza. (Luis E. Valcárcel, Memorias pg-42).

Luego de que la universidad cusqueña entrara en receso, a partir de que los alumnos se declararon en huelga, se buscó la reorganización de las cátedras por concurso, iniciando con este acto, la transformación del centro universitario. Leguía pensó suprimir la universidad, pero ante la promulgación de la Ley N° 1164 del Congreso se vio obligado a su reapertura y reorganización, nombrándose como rector de la universidad al norteamericano Albert A. Giesecke en 1910. Éste demostró ser un maestro de las relaciones humanas. Se ganó a la juventud, que lo llevó en hombros al claustro, y después por varias calles de Cusco. Este, enseñó el método moderno para investigar, se enamoró de la ciudad y enseñó su interés por el pasado incaico y por lo indígena, pasado que valoró, exaltó y mitificó porque realmente comprendió su potencialidad oculta.

Así, la universidad entró en un periodo de vida fecunda y de verdadero trabajo de investigación. Se dio a la enseñanza un carácter netamente nacionalista y regional. (Tamayo Herrera, José pg-131).

El problema de los hacendados y el gamonal, fue otro punto a combatir, ya que éstos, en el trabajo, habían creado formas esclavistas y denigrantes para con los indios, por ello, en Lauramarca, en la segunda década del siglo XX, se sublevan contra la opresión ejercida por doña Carolina Romanville de Saldívar.

Por esa época (1923-1926) apareció un hombre, que se convertiría en legendario, Miguel Quispe “El Inca”, indio que se dedicó a organizar a sus hermanos, deambulando a pie por distintos lugares; por distritos, provincias y departamentos vecinos, llevando su protesta, luego de que su liderazgo era notable y convincente Miguel un día, desapareció sin dejar rastro, dejando la aureola de su leyenda. (Tamayo Herrera, Josep g-150).

De gente interesante, dice Luis E. Valcárcel; recuerdo a Miguel Quispe “El Inca” que iba frecuentemente al Cusco. Era un hombre de treinta o treintaicinco años, alto, simpático, de rasgos indígenas, y de muy buenas maneras”. Con él conversamos muchas veces sobre cuáles eran sus propósitos. Recorría los pueblos para hacerles recordar que debían ser respetados, pretendía que regresaran a la organización comunitaria del Tawantinsuyu. Yo lo trataba de Inca, como lo hacían en esos pueblos. Se había desarrollado el movimiento encabezado por él, en Paucartambo, muy bien plantado y de expresión fluida que adquirió popularidad, no solamente entre las comunidades de su provincia, sino en todo el Cusco, él simplemente era un indio de Paucartambo que reclamaba la devolución de las tierras usurpadas a los suyos. Así como este, hubo otros tantos, Mariátegui quedó impresionado con las aptitudes personales del puneño Ezequiel Urviola, el indio socialista.

Esos levantamientos indígenas tuvieron gran impacto entre los intelectuales indigenistas cusqueños y puneños, pero fue a partir de que Valcárcel se contactó con Mariátegui y creó un cambio decisivo en la campaña indigenista. Sus puntos de vista alcanzaron difusión fuera del ámbito local al que hasta ese entonces se había circunscrito. Surgieron preguntas fundamentales: ¿cómo y dónde defenderemos a los indios? ¿cómo lograremos un país verdaderamente libre?, ¿qué camino seguiremos para conseguir la justicia social?, esas y otras interrogantes estuvieron presentes en las conversaciones que sostuvieron con Mariátegui a partir de ese año. Mariátegui pudo percatarse de que para conocer las fuerzas sociales que habrían de transformar el país, tenía que informarse sobre la vida y problemas de la población indígena. De ahí su avidez tremenda en empaparse en esos temas, que fueron el motivo principal de largas conversaciones con Valcárcel.

Entre algunas acciones sociales y la aparición de grupos en defensa del indio, las rebeliones se seguían dando constantemente. En Lima se había formado y funcionaba ya, la asociación pro-indígena, en cuyo cargo estaban, Dora Mayer y Pedro Zulen, pero claramente en el Cusco y en parte del sur del Perú, el propósito era la reivindicación del indio y el reconocimiento de sus derechos, así, prosiguieron otras movidas en lugares como Quiquijana, Layo, Lamay y Tocroyoc en Espinar.

De un primer momento que podría llamarse del “indigenismo regional”, que se desarrolló principalmente en Cusco y Puno, se pasó a la etapa del “indigenismo nacional”, aproximadamente entre 1925 y 1930 (Luis E. Valcárcel, Memorias pg-104).

José Sabogal, colaborador incansable de “Amauta”, introdujo el indigenismo en sus páginas. Fue uno de los primeros en ofrecer a José Carlos la visión de aquel mundo desconocido de “detrás de las montañas”. Una historia basada en hechos reales y verídicos que convulsionaban más el acontecer del indio y de los indigenistas.

Otra importante rebelión, que traemos a colación, fue encabezada por Teodoro Gutiérrez Cueva (Rumi Maqui), era un jefe del ejército que ocupó la Subprefectura de Chucuito en 1904 y actuó a favor de los indios, con lo cual se suscitó la enemistad de los gamonales y de la representación parlamentaria. Manuel Gonzales Prada le dedicó un artículo con el título de “autoridad humana”, reproducido en el libro “Prosa Menuda”. (colección X Jorge Basadre, pg- 91)

Valcárcel conoció a Sabogal en 1918, éste, luego de su estadía por Europa y Argentina llegó a Cusco, ingresó al Perú por Bolivia y desde Puno se enrumbó a la ciudad de los incas. Su arribo fue precario y con pocos recursos para subsistir por lo que se alojó en un lugar modesto, así, fue acogido con un cordial compañerismo, tomando confianza pronto, se convirtió en un miembro más del grupo, se contagió rápidamente por el interés del indio. Sin embargo, nadie imaginaba que aquel vínculo iba a tener un impacto tan grande en su forma de vida, sobre todo en su pintura. A partir de ello, estos hombres se convirtieron en los personajes principales de sus obras. Recorriendo callejas y plazuelas cusqueñas, zaguanes y anchos patios que recuerdan las épocas incaicas y coloniales, frente a los muros de Sacsayhuaman, ante la Catedral o en los alrededores de la ciudad, Sabogal fue olvidando su aprendizaje europeo, las enseñanzas recibidas en Italia y España que habían formado su personalidad artística. De esa manera surgió el gran pintor indígena, es decir, el pintor de todo lo que es auténticamente peruano. Después de seis meses de incansable tarea viajó a Lima, donde se le presentó la posibilidad de realizar su primera exposición, dejó de lado los múltiples cuadros que tenía sobre temas europeos, eligiendo los elaborados en la ciudad de los incas, intitulado “Impresiones del Ccoscco”. Su muestra fue una revelación. Un testimonio del alcance que podía cobrar el arte reflejando lo propio, lo indígena, lo nacional. Hubo quienes no le reconocieron el menor mérito, también quienes le negaron toda virtud, inclusive se dijo que no sabía ni lo más elemental del dibujo. De esto, Valcárcel hizo notar a Sabogal, que esa reacción era un síntoma positivo, la mejor prueba de que sus obras estaban alterando de manera profunda la tradición pictórica imperante en nuestro medio, que nunca tuvo una personalidad propia pues estaba basada en la imitación de lo europeo. El paso de los años le dio la razón, porque Sabogal se convirtió en el iniciador de una corriente estética de enorme trascendencia en la pintura peruana contemporánea. Pero, así como ese destacado artista encontró detractores, halló en José Carlos Mariátegui la acogida que su arte merecía. A su gran sensibilidad no podía pasar inadvertida la hondura con que Sabogal había sido capaz de reflejar la vida serrana. Por eso cuando nació Amauta, Mariátegui le pidió a Sabogal, que dibujara el rostro del personaje que sirvió como sello distintivo de cada ejemplar de la revista. A pesar de todo, Sabogal fue muy atacado por gente de arte y por otros ajenos. Luego del escándalo que causó su primera exposición en Lima, solamente encontró en el ambiente de los artistas la comprensión de Daniel Hernández. Con él fundó la Escuela de Bellas Artes de Lima en 1920, iniciando así, su labor de maestro, formando un grupo de aprovechados discípulos a quienes transmitió su indigenismo.

Cuadros suyos, como “El Varayoc”, reflejan el verdadero espíritu indígena con una severidad y majestad muy distintas del aire ruin y esclavo con que solía representársele. Otro de sus grandes méritos consistió en valorizar el arte popular, ya que fue el primero que le dio su verdadera importancia. Con Sabogal el indigenismo llegó al arte y, a través de su pintura, alcanzó difusión mundial. (Luis E. Valcárcel, Memorias pg-362).

A principios del siglo XX, el Perú todavía arrastraba lastres coloniales, como el menosprecio a las personas de rasgos indígenas. Sabogal difundió una nueva idea de país, logró que el arte en el Perú jamás volviera a ser entendido de la misma manera. Además de difundir este nuevo arte por Argentina, en donde ya se hablaba de una pintura peruana, viajó también a México donde tuvo acogida y reconocimiento.

En 1949 se llevaron a cabo el primer y segundo congreso indigenista en la ciudad del Cusco. Por inquietud de Luis, E. Valcárcel, que era ministro de Educación y por iniciativa de su cartera, se formaron los institutos de artes manuales, y como consecuencia, se formó en Cusco la Escuela Regional de Arte, la que luego se convirtió en la Escuela Autónoma de Bellas Artes “Diego Quispe Tito”; de la que irán desprendiéndose también, artistas con un tinte indigenista.

Desaparecido Sabogal de la escena socio-cultural y como era de esperar, el indigenismo dejó una estela de artistas como el cusqueño Mariano Fuentes Lira. En él, como en otros personajes de la época, despertó la preocupación por la desigualdad social, la explotación de los poderosos contra los pobres, y joven aun, participó en algunas revueltas políticas, intervino en las luchas sociales, por sus ansias al cambio, se convirtió en el joven protagonista de los movimientos sociales, ayuda a organizarse a los trabajadores explotados en los centros de producción, contra los excesos de los patrones y dueños de las empresas señalados como explotadores y abusivos. De ese modo, prosiguió con la tarea de promover la búsqueda de la justicia social, la reivindicación del indio y el nuevo orden social peruano, pero, el mejor y extraordinario aporte del tinte de su pensamiento se plasmó en una infinidad de lienzos, resueltos con la sabiduría y el amor a lo andino, así fue y es hasta hoy, el legado de su pintura de carnación indigenista. Luego de que perteneciera a grupos de lucha pro indígena es exiliado a la Argentina, pero retorna para tomar la dirección de la ERBA y hacer de ella la Escuela Superior Autónoma de Bellas Artes en 1951.

Hoy en pleno siglo XXI, y ya iniciada las celebraciones por el Bicentenario, el problema del indio es el mismo; la marginación, el trato de tercera clase y la discriminación como mal contemporáneo, nos devuelven al pasado. Hablamos de un total de 5 millones 771 mil 885 personas, que equivalen al 24,9% de la población censada de 12 y más años de edad del país, según el INEI. Parece que el tiempo no transcurrió.

Mariátegui aseveraba antaño “… todas las tesis sobre el problema indígena, que ignoran o eluden a este como problema económico-social, son otros tantos estériles ejercicios teoréticos -y a veces solo verbales-, condenados a un absoluto descrédito …sostener la condición económica del indio –escribe Encinas- es el mejor modo de elevar su condición social”. (7 Ensayos de Interpretación de la Realidad Peruana, pg-35). A decir verdad, es lo mismo por lo que se lucha hoy, ¿el tiempo no pasó?, o es la obra de mala fe, de tantos gobernantes, que, entre postas, ¿cumplieron 200 años…a más?

En este siglo, el racismo y la discriminación se ha estigmatizado en nosotros los peruanos, de ello y sobre el Informe Final de la Comisión de Verdad y Reconciliación (2004), estos conceptos han sido la presencia determinante de la desigualdad racial y étnica, en el periodo de tan solo veinte años de violencia política analizada por la CVR.

El racismo y la discriminación son, ante todo, productos ideológicos que funcionan en una lógica de dominación. En lo que respecta a la discriminación racial, la encuesta demuestra con toda claridad que la mayoría de peruanos perciben que el origen étnico o la identidad cultural siga siendo determinantes en la generación de distancias sociales, “… parece existir una continuidad histórica entre las causas de la desigualdad hace dos siglos y las de hoy en día”. (Jorge Bruce, “Nos Habíamos Choleado Tanto” – 2004, pg-159).

Termino este ensayo, con lo que quizá sea, el designio de Valcárcel “…de los andes tiene que nacer, como nacen los ríos, las corrientes de renovación que transformen al Perú” (Tempestad en los Andes, pg-91).

Contacto